miércoles, 5 de febrero de 2014

Los últimos momentos de Miguel Hernández


Extractos de Cuatro poetas en guerra, Ian Gibson. 

"Tengo una vida, que puse al servicio de mi ideal, y si tuviera doscientas vidas, lo mismo las hubiera dado y las volvería a dar ahora"
"Las pruebas detectan una grave lesión en el pulmón izquierdo y una abundancia de pus que puede ahogar al paciente". Sí, pero el sistema carcelario instaurado por las autoridades franquistas no permite que se preste la debida atención a la situación del enfermo. ¿Para qué? El biógrafo Ferris cita un espeluznante testimonio acerca de la verdadera situación de los presos políticos del régimen. Procede de uno de los jefes médicos de un penal de Segovia en los años cuarenta. A la vista de la plaga de enfermedades que diezmaba a los "rojos" hacinados en las cárceles se determinó "ignorar la gravedad de los procesos morbosos de los penados...". En vez de fusilarlos resultaba más práctico, económico y menos comprometido el dejarlos morir de forma natural. 
Fallece a las 5.30 horas de la mañana del sábado 28 de marzo de 1942. Tiene los ojos abiertos, como su primer hijo malogrado y nadie se los logrará cerrar (es el resultado del acusado hipertiroidismo que padece el poeta). Se deniega el permiso para hacerle una mascarilla mortuoria. Por suerte, el preso José María Torregrosa, que es escultor, burla la vigilancia y logra ejecutar dos dibujos a lápiz del cadáver, los ojos abiertos de par en par. Sólo faltaba captar el hedor. Los amigos del poeta consiguen poner a salvo sus escritos, conservados en dos bolsas. 











No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en el blog "Lengua y corto"
José Tomás