viernes, 13 de enero de 2017

LEO Y CUENTO: "El señor de las moscas"


   Fue Roald Dahl y su Charlie y la fábrica de chocolate, la primera lectura que realmente me cautivó. Luego vinieron muchas otras, algunas que ahora no recuerdo y sí, me da mucha rabia el olvido, me molesta no acordarme de un personaje, una trama, un final (bueno o malo), una historia. Recuerdo,perfectamente, a mi maestro don Antonio que, en mis tiempos de colegio, me instaba a crear un fichero donde, poco a poco, registrara todas mis lecturas. Ahora retomo esta idea, un poco modernizada, eso sí, para que en lo sucesivo, cuando lea un libro, mi experiencia no vaya, como dijo Cernuda, donde habite el olvido

#LEOYCUENTO


    Confieso que en algún momento se me hizo pesada, confieso que tuve la tentación de pasar página y cerrar el libro, sin embargo el lenguaje de Golding te lleva poco a poco, casi sin querer, hasta los últimos capítulos de una novela que, con un título bastante llamativo, te hace estremecer con pasajes como el de la muerte de Simon :  siguió avanzando la gran ola de la marea a lo largo de la isla y el agua se elevó. Suavemente, orlado de inquisitivas y brillantes criaturas, convertido en una forma de plata bajo las inmóviles constelaciones, el cuerpo muerto de Simon se alejó mar adentro. Seguramente, El señor de las moscas no destaca por la acción o una atractiva línea argumental, es una novela para reflexionar sobre lo instintivo del ser humano, una reproducción de un mundo en el que las pasiones y los odios están a flor de piel. Lo curioso es que se trata de niños, unos estudiantes ingleses que, tras un accidente aéreo, se encuentran solos en una isla. La supervivencia, al modo Robinson Crusoe, entra en contradicción con el ansia de poder. Una fiera que nunca aparece, tal vez un hombre muerto en otro accidente, esta vez de paracaídas, es el detonante de todo el conflicto. Conflicto que, como por arte de magia, desaparece cuando el adulto se hace presente, cuando los niños vuelven a ser niños.
En suma, se trata de una novela con un ritmo más o menos lento pero con un final bien resuelto y una continua invitación a la reflexión por parte del lector.








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José Tomás